Iglesia Santa María de Gracía

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Iglesia Santa María de Gracía

Iglesia Santa María de Gracía

Situada en la cima del pueblo en la antigua calle conocida como El Porche, hoy calle dedicada a Don Juan de Dios Corrales Gálvez, párroco de la iglesia durante cincuenta y tres años; en lo que antaño fuera una pequeña capilla u oratorio particular de los Condes de Gelves, hoy se levanta esta hermosa iglesia barroca cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.

Las primeras noticias de la existencia de una Iglesia en la villa de Gelves, las tenemos gracias al “Libro blanco de la Catedral de Sevilla”, redactado por el racionero Diego Martínez en 1411, en el que se especifica que “las Iglesias de Palomares y Gelves forman un mismo beneficio”. Sin embargo, tenemos que esperar hasta el siglo XVI para poder disfrutar de la actual Iglesia Parroquial. Dicha edificación la mandó construir el primer conde de Gelves, don Jorge Alberto de Portugal, a petición de su esposa, a partir de 1539, fecha en la que redactó su testamento y donde se indica que aporta 2000 ducados de oro para su construcción; aunque dado el pronto fallecimiento del Conde, es de suponer, que la iniciase y supervisase su hijo primogénito.

La iglesia de Santa María de Gracia, de estilo barroco y neoclásico (debido a la gran restauración que se le hizo en el siglo XVIII), presenta planta de cruz latina formada por una sola nave, de planta rectangular, con crucero y capillas laterales adosadas a su costado izquierdo; siendo el derecho conformado con hornacinas. Finalmente la nave es coronada con una cúpula de media naranja sobre pechinas, que muestran los escudos ducales, de los que hablaremos posteriormente. Presenta el edificio bóvedas de medio cañón, con excepción del crucero, como ya hemos comentado.

Cabe destacar las pinturas al fresco presentes en el interior del templo. Las situadas en la Capilla Mayor decoran todo el arco, cubriendo la pared sobre la que se alza el Retablo Mayor. Presentan motivos vegetales y simbólicos. En el paño del lado del Evangelio, aparece un óvalo con el escudo de la villa, un ciprés, y encima, una especie de sagrario o templete. Y debajo, una sibilia o Santa Ana. En el lado de la Epístola, la imagen del Buen Pastor, con su cayado y su oveja, y encima, otro templete semejante la anterior. En el medallón central, sobre el mismo Retablo Mayor, se representa una especie de campamento militar con su tienda de campaña.

Dentro de estos frescos llaman poderosamente la atención los escudos heráldicos exhibidos en las pechinas del cimborrio, pertenecientes a la casa de Colón (a la izquierda) y a la casa de Portugal (a la derecha), ambas pertenecientes a la casa Colón de Portugal Conde de Gelves. En la clave de la bóveda, se aprecia el escudo de Don Pedro Nuño Colón de Portugal, con la leyenda: A Castilla y a León nuevo mundo dio Colón, recalcando la vinculación de la casa ducal, en su genealogía, al descubridor del Nuevo Mundo, y a los Duques de Veragua; así como su patronazgo en la construcción de la iglesia.

Posee dos entradas, ambas de estilo manierista: la situada a los pies del crucero es conocida como puerta del Perdón, adintelada con pilastras almohadilladas y frontón recto; mientras que la ubicada en el costado derecho que da acceso al porche, lleva el nombre de puerta del Bautismo, portada igualmente adintelada y flanqueada por pilastras pero rematada con frontón roto, sobre el que luce un ático con un bello azulejo, en tonos azulados, fechado en 1948.

La iglesia Santa María de Gracia en su exterior es de estilo barroco y sumamente austera, destacando su torre, del siglo XVII, de dos cuerpos rematada por un chapitel algo pequeño para las dimensiones de la misma. En su campanario cuelgan tres campanas llamadas: Santa María de Gracia (conocida popularmente como la “Tin”), Santa Beatriz, que no se utiliza, y Ntra. Sra. de la Salud (conocida como la “Tan”). Posteriormente, en 1889, se adquiere el reloj de la torre-campanario gracias al aporte económico que realizó el pueblo.

Gracias al patronazgo de los Condes, quienes fueron los grandes mecenas de la iglesia, se amplía la estructura original a mediados del siglo XVII. Hoy, tal como la vemos, responde a la estructura barroca, pues en el siglo XVIII ya aparece como parroquia de y pendiente de la Vicaría de Sevilla; llevándose a cabo importantes reformas entre 1766 y 1767, periodo en el que se construyeron las bóvedas funerarias y solerías, así como el cancel de la puerta principal.

En 1786, el maestro mayor de obras del Arzobispado hispalense, Antonio Figueroa, presentó un informe sobre el templo, otorgando carta de pago por valor de 138 reales. Es en el siglo XVIII cuando la iglesia sufre su mayor transformación, pasando de una planta rectangular con la división del espacio en tres naves orientadas, geográficamente, de poniente a levante, y con el cementerio aledaño a su templo, en el flanco izquierdo; a una magnífica edificación de una sola nave en forma de cruz latina y orientada de norte a sur con panteón subterráneo. Precisamente a esta centuria corresponden casi la Totalidad de los elementos constructivos y decorativos de la iglesia. Entre ellos podemos destacar el balcón y la reja, que dan la Capilla Mayor, sobre el muro de la Epístola, lugar reservado a los Condes para que pudieran asistir a los Santos Oficios desde un lugar privilegiado.

En 1949 se realizan importantes obras en la parroquia, además se decoran sus altos, con pinturas murales de José López Martínez, con alegorías de la Virgen; Torre de marfil o Puerta del Cielo, entre otros títulos marianos.

En 1974, se realizaron nuevas obras, restaurándose las cubiertas de la iglesia.

Destaca, en el templo, el suntuoso altar mayor de mediados del siglo XVIII obra de José Fernando de Medillina y de su hijo, José Francisco, que sustituyó al antiguo mandado a construir por el I Conde de Gelves. Fue mandado construir en 1731 por la Duquesa de Veragua, Dª Catalina León de Portugal, siendo su importe de 8.000 reales.

Su estructura barroca consta de banco, un cuerpo dividido en tres calles por medio de estípites y ático.

El banco está decorado con un bello azulejo que representa La Anunciación, obra del artista local Emilio Fernández Sevilla realizada en el siglo XX. A ambos lados del altar existen sendas puertas de doble hoja que da acceso a la sacristía (antiguo taller).

Ya en el cuerpo, en su lado izquierdo tenemos la figura de San Francisco de Asís del siglo XVII y un medallón con el relieve de San Juan Bautista. En la calle central y a ambos lados del Sagrario se encuentran la imágenes de San Pedro y San Pablo fechadas en el siglo XVIII, encima está el camarín de la Patrona de la villa, La Virgen de Gracia, que preside el retablo como imagen de candelero. Se trata de una imagen de autor desconocido pero que, según los expertos, podría pertenecer al círculo de Duque Cornejo, posiblemente del siglo XVII. La imagen de la virgen se encuentra flanqueada por las imágenes de Santa Ana y San Joaquín del siglo XVII. El retablo es rematado en sus extremos superiores con dos volutas unidas a dos vaneras, y las volutas, a su vez, soportan dos angelotes.

Seguidamente y ascendiendo por la calle principal, observamos un cuadro de la Virgen de Belén, y encima de éste tenemos el Manifestador con la imagen de San Juan Bautista, del siglo XVII. En la calle de la derecha, observamos una escultura de San Antonio de Padua del siglo XVII, y encima otro medallón con un relieve de San José. En la parte central del ático, se encuentra un relieve de la Virgen a los Cielos y a ambos lados dos medallones con las imágenes de Santa Catalina y Santa Bárbara, coetáneas estas tres con el retablo. Los estípites son rematados por volutas que soportan angelotes que a su vez, porta sobre su cabeza una jarra floreada.

Ante el Altar Mayor cuelgan tres lámparas de plata que corresponden a principios del Siglo XVII, a fines del mismo Siglo y a comienzos del siguiente.

En el Muro del Evangelio, se abre la Capilla Sacramental o Sagrario, que luce un retablo de mediados del Siglo XVIII, adornado con motivos rocalla, y con imágenes que representan a La Inmaculada, de cierto interés; el Niño Jesús y San Francisco de Paula, y un san Nicolás, de barro, del XVIII.

El púlpito, con medallones de madera, y un Crucificado, con también del siglo XVIII.

Más adelante, se alza en un retablo neoclásico, el Cristo de la Veracruz, imagen de línea cristo Veracruz barroca, de auto anónimo pero fechado en el siglo XVII. 26 de abril de 1544; conservándose tal documento realizado en pergamino, con iniciales ornamentales y miniatura con la Cruz.

El siguiente altar está dedicado a la Virgen de los Reyes, obra del imaginero carmonense Francisco Buiza y encargada por el hacendado Don Pedro Ciaurriz Benítez, hacia 1940. La imagen preside un retablo neoclásico de un solo cuerpo y ático.

A continuación un altar con la Virgen de los Dolores, imagen de candelero, original del imaginero Antonio Dublé de Luque, con un rostro muy expresivo en su dolor. Hay otro interesante azulejo, en el banco del altar, obra del citado artista local Emilio Fernández Sevilla.

En el fondo, se aprecia el cuadro de las Ánimas Benditas, reproducción del antiguo original que fue vendido por el antiguo párroco a Don Antonio Alarcón, profesor de pintura de Sevilla, el cual se comprometió a realizar una copia idéntica. Copia que ha suscitado el interés de especialistas contemporáneos, quienes creyendo tratarse del original, lo han identificado como posible obra de Murillo.

En la Capilla Bautismal de 1926, hoy, en desuso, hubo un retablo del bautismo del señor con motivos barrocos. Actualmente se encuentra en ella una imagen de la Inmaculada Concepción, dentro de una urna de central en retablo dorado. La pila bautismal de mármol blanco es de principios del S. XVII, y en ella fue bautizado Joselito “El Gallo”, torero nacido en Gelves en 1895.

En el crucero, justo al lado de la Epístola, admiramos un interesante y monumental lienzo que representa a San Cristóbal, original del pintor romano Horacio Borgianni (C. 1578-1616), y que podemos datar hacia 1604-1606. Tiene influencias del también italiano Michelángelo A. Caravaggio (1573-1610), con violentos escorzos y contrastes de luces y sobras. Debió ser un regalo de los Condes a la iglesia, de la que, como ya hemos comentado, eran patronos.

Muy cerca está el interesante retablo dedicado a la Virgen del Rosario, la cual tuvo capilla propia a principios del XVIII, perteneciendo al segundo tercio de esta misma centuria. Está decorado con bellos motivos alegóricos, así como con las efigies de los dos pontífices que fomentaron el culto y la devoción al Rosario. En las calles laterales, aparecen las imágenes de Santo Domino y San Guzmán y Santo Tomás de Aquino, de la misma época.

La Virgen, imagen de candelero o de vestir, es así mismo, del siglo XVIII, y gozó de gran devoción de esta Villa, como se manifiesta en la concesión de privilegios que tuvo este altar; en el frontal del banco se aprecia también esta devoción en tres hermosos medallones, que representan la Coronación de la Virgen, en el centro, y en los laterales, la Oración en el Huerto y la Crucifixión de Cristo. La fe y la devoción costearon, también, su dorado, según se lee en la parte inferior de la pilastra derecha.